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martes, 17 de marzo de 2020

COSAS MÍAS (17)

      Esa mañana habíamos visitado otro mag­ní­fico cria­dero de ganado vacuno y equi­no, un cam­po de tres mil hectáreas con el modesto nom­bre de "La Caba­ñi­ta". Entre cuatro filas de añosos eu­calip­tos, la entrada principal lle­vaba a una lu­josa casa de estilo espa­ñol. Cruza­mos un espa­cioso vestí­bulo con paredes altas, el comedor y un gran pa­tio cubier­to, a cual más fres­co. En la sala, el pro­pieta­rio y su familia nos re­ci­bieron con una copa de bien­ve­nida. Pero pronto tuvimos que vol­ver al calor, por­que ha­bíamos ido para ver vacas y to­ros. De paso, también ad­miramos unos preciosos caba­llos de raza; no cabía duda de que el ojo de este amo engordaba ganado de alta cali­dad.

      Cerca del mediodía, en el tam­bo ya no había actividad. El establo estaba tan lim­pio como mi ambiente de trabajo en Tres Arro­yos. De las paredes del co­me­dor, al lado de los cuar­tos de los peo­nes, colgaban car­teles con bue­nos con­se­jos, ta­les como no fumar, y no tirar comi­da - lo que nun­ca está de­más decir, sobre todo en países donde abun­dan los ali­men­tos.

      Al término del anima­do al­muerzo, del cual par­ticipa­ron alegres ami­gos de la fami­lia, nadie tenía ganas de par­tir, y menos aún cuando los due­ños de casa sugirieron que nos que­dáramos a pa­sar la noche. Pero el señor Boers­ma tenía un com­promiso en Espe­ranza, y la invita­ción quedó en pie para otra oca­sión. Me acordaba de las lindas noches pasadas en las estancias donde comprába­mos lana, y anoté la dirección, por las dudas. Pero hasta ahora no he vuelto a esa propiedad.

      Recién una hora después de la anuncia­da para la con­fe­ren­cia, llegaron los primeros más interesa­dos en el tema: animales de raza. Jelle Boers­ma se mos­tró satisfecho con el desa­rrollo del coo­pe­ra­ti­vis­mo en la Ar­gen­ti­na, y contó expe­rien­cias ga­nade­ras en otros paí­ses suda­meri­ca­nos. Terminó la charla con un inte­resan­te y de­sin­te­resado con­sejo a los cria­do­res: "Bus­quen la es­pe­ciali­za­ción. Yo no vine ahora a pro­mo­ver el li­naje del Pedi­gree Fri­sio - aun­que, por su­pues­to, lo pre­fie­ro. Una vez que ustedes hayan ele­gido una raza, digamos la cana­dien­se, man­tengan esa línea y no per­mi­tan que inter­fie­ra en ella un toro holandés, por más con­ve­nien­te que parez­ca hacerlo".

      En Rafaela conocimos a Fran­cis­co (Pa­co) Pérez Torres, un periodista tan volu­minoso como en­tre­teni­do y activo. Mostraba orgulloso a todo el mundo el lema de su diario "Caste­lla­nos: Con la ver­dad, no temo ni ofen­do. Era también un fervoroso promotor del coo­pe­ra­ti­vismo, por lo tanto tenía una buena relación con los cria­do­res de la zona, que el año ante­rior le habían orga­nizado un via­je de orien­ta­ción por Europa. En esa oca­sión refor­zó la sim­pa­tía que ya tenía por Holan­da, y desde entonces siguió promoviendo la impor­ta­ción de toros ho­lande­ses para mejo­rar la cali­dad del ga­nado le­chero ar­gen­tino.

      Tres años más tarde, ese apoyo le valió otro viaje a Holanda, auspiciado por varias em­pre­sas, en­tre las que se contaba la naviera Lloyd Real Ho­landés en Amsterdam, donde yo tra­ba­jaba en ese entonces. Tuve el agrado de acompañar a Don Paco y su esposa en una gira de tres sema­nas visitando ca­ba­ñas, tam­bos, fá­bri­cas lácteas, asti­lle­ros e institu­cio­nes. Una de estas últimas fue la emi­sora inter­nacio­nal Radio Ne­der­land, donde nos recibió el simpá­tico di­rec­tor de las difu­siones en espa­ñol.Paco de Mulder Bonello  Se llama­ba Francisco, tam­bién apodado Paco; por ra­zones obvias lo iden­ti­fi­camos en seguida como Paco "Se­gun­do".

  La imprenta del diario "Castellanos" estaba obsoleta, como el noventa por cien­to del equi­pa­mien­to indus­trial en la Argen­ti­na. Esa misma tarde visitamos en Sunchales una fá­bri­ca de pro­duc­tos lác­teos, que perte­ne­cía al "privi­legiado" diez por ciento restan­te. La empresa Sancor fue el re­sul­ta­do de una gigan­tes­ca fusión de más de trescientas coope­ra­ti­vas, forma­das por trece mil tam­bos; ori­ginalmente de Santa Fe y Cór­do­ba, luego también de otras pro­vincias. La flota de ca­mio­nes recogían la leche en los tambos –había recorridos de 250 ki­ló­me­tros- para lle­varla a 130 fá­bri­cas, que satis­fa­cían el 40 por cien­to del con­sumo nacio­nal.
12.000 socios en 362 cooperativas en 7 provincias. - 142 fábricas producen 1,2 millones de litros anuales, el 25 % de la producción nacional.
La Nación, 25-06-96:
SanCor inauguró (en Don Torcuato) un centro de distribución automatizado, que atiende a 200 supermercados y 20.000 almacenes en Bs As y conurbano. Emplea a 220 personas (antes: 700). La empresa tiene 5.700 empleados, procesa 4,6 millones de litros de leche DIARIOS (300.000 vacas), y es la principal exportadora de productos lácteos por 67 millones de dólares p.a.
      Vimos más vacas recién llegadas de Holanda, en Humberto I (Hnos Rostagno).En Rafaela, di­rec­ti­vos de coo­pe­rativas escu­charon una expo­sición del se­ñor Boersma. Se hizo tar­de, y cuando creíamos que ya había ter­mi­na­do el día, re­sul­tó impo­sible re­chazar la in­vi­tación de Don Paco Primero, a to­mar "sólo una copita" en su casa. Como era de es­perar, no fue una sola copa, y nos que­damos una hora y media. En Es­pe­ranza, nues­tros anfi­triones nos es­ta­ban es­pe­ran­do a cenar. Fran­ca­men­te, to­dos te­níamos más ne­ce­sidad de una du­cha y sá­ba­nas frescas, pero no podía­mos ofen­der a la buena seño­ra.
      La co­mida estaba deli­cio­sa.

      Emilio Reutemann nos llevó a "Michelot", una estancia de nueve mil hectáreas, ubi­cada en el ex­tre­mo no­roeste de la pro­vin­ciaMichelot, 9000 has.
Pasando San Cristóbal / Ceres (?), límite con Santiago del Estero (?)  Daba gusto ver los ex­ten­so­s triga­les, que compartía con dos hermanos. En una reco­rri­da del campo charla­mos con un pas­tor de ove­jas que tenía la piel tan curtida que pare­cía un ancia­no. Hacía mucho calor y era evi­den­te que sus anima­les ne­ce­sita­ban agua. Al­guien de nosotros dijo que segura­mente la gen­te del campo es­taría más con­tenta de ver un api­ña­miento de nu­ba­rro­nes negros que un gru­po de tu­ris­tas rubios.

      - De ninguna manera - se apuró el ovejero en negar­lo -. Yo no quiero que llue­va, por lo me­nos, no aho­ra. Por eso - y se­ñaló la es­pec­ta­cu­lar vis­ta de cua­tro cose­cha­do­ras que levan­ta­ban pol­vo en una ca­rrera con las nu­bes. Esa con­tro­ver­sia en­tre agri­cul­to­res y ganade­ros se­guirá exis­tien­do en todo el mundo, has­ta que el hom­bre lo­gre el su­mi­nis­tro per­fecto de lluvia arti­fi­cial.
                       

      Esa noche no cayó agua. Por suerte para no­so­tros, porque eso nos habría difi­cul­tado el re­gre­so. Yendo hacia los au­tos, Don Emilio comentó que está­ba­mos caminan­do sobre depósi­tos subte­rrá­neos de combustible, e invi­tó a los con­duc­to­res a lle­nar sus tanques. A los diez minu­tos de mar­cha, su Ford empezó a chis­porro­tear y a dismi­nuir la velo­cidad. Preocupa­do, el cabañero levantó el capot, pero casi si­mul­táneamente lo bajó y nos señaló la tapa del tan­que de naf­ta. Hilaridad general: ¡él mis­mo se había olvi­da­do de cargar! Una trans­fu­sión salvó el incon­ve­niente. Incluso nos que­dó tiempo para tomar un re­fresco en su casa, en compa­ñía de su en­canta­dora señora y seis hi­jos.

      Seguimos a Rosario. Aunque Santa Fe es la ca­pital de la provin­cia homónima, Rosa­rio es más grande; es la se­gunda ciudad y el principal puer­to flu­vial del país. Por unos cambios en el pro­gra­ma, se improvi­só una vi­sita a una peque­ña fá­bri­ca de pro­duc­tos lác­teos en el cer­ca­no pue­blo de Roldán.Almuerzo en la finca de Francisco y  ???  Guérin, cerca de Roldán.  Allí había comenzado a traba­jar la cooperativa hacía un cuarto de siglo, y las pri­mitivas ins­ta­la­cio­nes ¡todavía funcio­na­ban!

      Antes del almuerzo de despedida,Almuerzo en "At Zaspirak Bat" (Todos Uni­dos), el club de la comunidad vasca en Rosa­rio, la cooperativa, por intermedio de su vicepresidente Joaquín Martínez, ofreció a su distinguido huésped una me­da­lla conmemorati­va de su visita.   se invitó a una confe­rencia de prensa. Preguntas de periodis­tas y edito­res de dia­rios, evidentes conoce­dores del tema, gene­raron un ani­mado debate. Varias publicaciones, tam­bién en las otras zonas que vi­sitamos, su­bra­yaron la gran importancia del ga­nado pedi­gree - ése fue el principal objetivo de la gi­ra.

            A bailar con la prima
     En la academia donde Ina estudiaba secretariado, se hizo amiga de Chela, que tenía nuestra edad. Un día, Chela invitó a Roel a escoltarla a una fiesta, sin encontrar eco. Pero ella insistió y Roel no quería inventar un tercer pretex­to, así que me dijo que había aceptado una invitación, extensiva a mí para compartir sus penas. – Chela va a llevar a una prima – me informó -. Dios sabrá cómo baila, así que confía en Él...
            Yo tampoco tenía ganas de ir, pero por solidaridad hice de tripas corazón. Los pies de plomo con los que me arrastraba hasta el lugar del encuentro, se convirtieron en zapatitos de cristal cuando me vi frente a la prima. Lo que me alegró inmediatamente, fue la seguridad de que por lo menos los primeros tres bailes me corresponderían por derecho propio. Roel seguramente reclamaría algunos, pero que fuera él y nadie más. Aunque tuve que ceder a Beatriz a otros dos intrusos, la mayor parte de la noche quedé anotado en su carnet de baile.
            Esto sí que fue amor a primera vista. Emocionante, eso sí, pero irrumpió en mi escenario en el momento menos oportuno. Cuando le conté que ya estaba con un pie en Holanda, que me era imposible cancelar la cita naviera que tenía allí tres meses más tarde, Beatriz propuso terminar nuestra relación para evitar problemas. Pero yo insistí en que siguiéramos viéndonos un tiempo más, porque mi propósito era volver lo antes posible. Quería vivir en la Argentina; me sentía cómodo en este clima sin los prolongados fríos, nieblas, nubes, lluvias, vientos y nevadas, a veces todo eso al mismo tiempo, en otras latitudes.
Contrariamente a todo razonamiento lógico, sólo de acuerdo con la razón del corazón, Beatriz aceptó hacer el intento. Nos quedaban tres meses, menos uno por unas vacaciones en Río de Janeiro, que estaban planeadas con anterioridad. Por suerte, mi partida se postergó diez días. En el océano que se necesita (y que siempre resultará insufi­ciente) para “conocer” a otra persona, fueron una gota que recogimos, agradecidos.

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TANTO EN LA PROSPERIDAD
COMO EN LA ADVERSIDAD

            Echar las cartas
      Mi primer viaje por mar lo hice en 1947, de Ja­karta a Ams­ter­dam. El segundo fue en 1951, de Ams­ter­dam a Bue­nos Ai­res. Otro ciclo de cuatro años más tarde, me en­con­tra­ba con las vali­jas hechas en el carguero “Florida”, amarrado en la Dár­sena B del puer­to de Bue­nos Ai­res, nue­va­mente camino a Ams­ter­dam, para abrir el cuar­to capítu­lo en mi vi­da. Apoya­do en la ba­ran­dilla, sentí surgir en la garganta ese nudo que se forma en despedidas por tiempo indeter­minado.

            Partir, c'est mourir un peu.
            Sí, partir causa tristeza. Por el ale­ja­miento del ambiente conocido y querido, ­por la in­cer­ti­dum­bre ante todo gran cam­bio, y por­que la se­pa­ra­ción puede ser defi­ni­tiva, en cuyo caso ya no se po­drá decir lo que que­dó sin pro­nun­ciar.
   
         Pero partir puede también causar sa­tis­fac­ción, por el hecho de haber encontrado otro ca­mi­no, y por la convicción de que la deci­sión to­ma­da fue la mejor.
"Regreso sin Ida" sobre [ satisfacción ]
- ...por haber dado ese primer paso hacia una formación de un individuo... - ...un individualismo que, quizás paradójicamente, no es lo mismo que egoísmo...
      Miré a los que queda­ban atrás. ¡Qué lin­do que hayan veni­do a des­pedirme! Mis tíos Zus y Dee, Roel, Max y, last but certainly not least, Bea­triz.

      Sí, Beatriz... Es posible, como afirman al­gu­nos, que el destino tiene trazado un camino para cada uno de noso­tros. Pero todos esos sen­deros se entre­cruzan permanentemente y de un modo tan sorpresivo que me pregunto si realmente está todo tan minuciosamente previsto. Porque entonces ¿para qué existen las alter­nati­vas que se nos pre­sentan continuamente? ¿Qué es eso que llama­mos casua­li­dad? Nos conocimos en una fiesta a la que los dos habíamos ido en circunstan­cias idén­ticas: sin ganas de ir, sólo para acompañar a res­pec­tivos ami­gos. Si uno de nosotros hu­bie­ra elu­dido ese com­pro­miso, se ha­bría produ­cido cual­quier otra casua­lidad. Yo podría, por ejem­plo, haber come­tido la misma des­cor­te­sía de bai­lar toda la no­che con una so­la chi­ca, ig­no­rando a las demás, in­clu­yen­do a la anfi­triona.
      Pero habría sido entonces con otra señorita, y tal vez yo no ha­bría insistido en conti­nuar una re­lación que era particularmente desa­con­se­jable. Por­que ya esta­ba con un pie en la plan­chada y con la ca­be­za en otro con­tinente, en un empleo al que me había com­prometi­do. Tenía la intención de volver a la Argentina, eso sí, pero no sabía cuándo se­ría. A pesar de ello, se­gui­mos vién­donos, sa­biendo que a los tres meses nos en­fren­taríamos con una sepa­ra­ción física. ¿De quién de­pendería que fuera de­fini­tiva o sólo tem­pora­ria, del Destino o del Azar?
            Absorto en mis reflexiones, no reparé en que se habían cortado los lazos con el mue­lle, has­ta que oí la ensorde­cedora sirena del bar­co. Sentí un im­pulso de pe­dirle al capi­tán que me dejara ba­jar, y me di cuenta de que ha­bíamos pasado el point of no return. Lo acen­tuaba una melodía de moda, que venía del sa­lón. "Vaya con Dios, my dar­ling", me­lan­có­li­ca y sen­timental. Pero qué apropiada para este mo­men­to, pensé mientras recorría con la mirada los contornos de las usinas eléctri­cas, el Hos­pi­tal Fe­rro­via­rio, los edificios de departa­men­tos Cava­nagh y Alas, los Mi­niste­rios Mi­litares y el de Obras Pú­blicas, la Aduana y, más a la iz­quierda, la re­fi­ne­ría de Shell-Dia­dema y la Cer­ve­cería Quil­mes.

2 comentarios:

Thierry van Hees dijo...

Tenés dato de cuántos km y millas náuticas has recorrido?

Interesante el cruce de caminos que tenemos escrito entre las varias opciones de destino...
Buen cruce el tuyo en esa fiesta...

koppieop dijo...

Nunca me puse a calcular cuánto viajé. Pero es fácil sumar los km. En 70 años fueron unos 210 mil, por mar y por los aires.
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