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jueves, 29 de junio de 2023

LA OTRA CACERÍA (6)

                 CONTAR CON EL CONTADOR

       Mi profesión es cobrador. No me ocupo de co­brar deu­das comu­nes, sino de obligaciones que son considera­das incobrables por otros. He teni­do mucho éxito con un mé­todo que inventé yo mis­mo y que, por lo tanto, es sen­cillo: Al indivi­duo moroso le pinto el cua­dro de una cár­cel, le des­cribo la humillante convivencia con crimi­na­les verdade­ros, y le relato depri­men­tes expe­rien­cias de personas acusadas de delitos muy leves, que a menudo deben pasar meses en prisión preventiva esperando el pri­mer inte­rro­ga­torio.

       Me va bien, estoy ganando mucho dinero, y eso es im­por­tante para mí, porque me fascina gas­tar­lo. Los bi­lle­tes están he­chos de papel para que vuelen, y las mo­ne­das son redon­das para ha­cer­las rodar. He tenido que em­plear a una persona, por­que cuando uno trabaja todo el día en la calle, obviamente no tiene tiempo para contro­lar el creciente movimiento de sus operacio­nes. El es un conta­dor joven y activo, que conoce muy bien todas esas com­plicadas disposiciones finan­cie­ras, previsionales e im­posi­ti­vas. Es una gran ayuda, es eficiente y capaz. Realmen­te, muy ca­paz.

       Todavía estoy intrigado por lo ocurrido, hace unos diez días. Yo había emitido un che­que, que fue rechazado por el Banco, por falta de fondos suficientes. Y antes de que yo me enterara y pudiera averiguar el moti­vo, habían rebotado dos cheques más por importes aún ma­yo­res. Me extra­ña que los depósi­tos, hechos con suficiente antici­pación, no hayan alcan­za­do para cubrirlos.

      ¡Qué vergüenza! Y lo que más me molestó fue la visi­ta de un cobrador que pre­sentó de­man­das y me amenazó con la de­ses­perante lentitud de los tribunales, el té­trico ám­bito de una peni­tencia­ría, la compa­ñía de delin­cuentes profe­sionales. Pero ¿qué quieren que haga? Por el momen­to no puedo responder a ninguna exigen­cia, por­que me he quedado sin recursos dispo­ni­bles. Y ahora que necesito al Banco, no me los propor­ciona tam­po­co.

       Francamente, no entiendo qué puede haber pa­sado. Ten­go la mala suerte de que el conta­dor esté de vacacio­nes. Se iba por dos sema­nas, y ya pasaron tres. Cuando vuel­va, deberá expli­carme todo muy bien, espe­ro que ten­ga los datos a mano para comprobar que se trata de un error. Que venga pronto, por favor, porque con el calor que hace y sin venti­la­dor, este am­biente está inso­porta­ble. Y con esta mala luz, yo no puedo leer. Pero lo peor es esto de es­cribir con un lápiz sin punta, so­bre envol­to­rios de chocola­tines y cigarri­llos, y a es­pal­das de los reos con quie­nes comparto esta mal­dita cel­da.

 * * *

 


2 comentarios:

José Quijano dijo...

Estimado autor:
El cuento prueba que, como dice el dicho, a todo chancho le llega su San Martín.
Casualmente, este santo es el de Tours, patrono de la gloriosa ciudad de Buenos Aires -la historia de cómo fue elegido es muy interesante, si Ud. quiere se la cuento- y patrono también de un nieto suyo (que no es político, aunque le gustaría).
San Martín de Tours se celebra el 11 de noviembre en España y coincide con la fecha en que se matan los cerdos para curar los jamones.

La pregunta clave, elemental: ¿usted recuerda si el cobrador escribió este relato un 21 de noviembre?
Por el calor, podría ser.

Saludos,
José Quijano

koppieop dijo...

José sí, cuénteme por favor la elección de San Martin de Tours como patrono de Buenos Aires.

Punto aparte, por qué la fecha del 21 de noviembre si El Día es el 11 de noviembre?
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