La primera Edición del Autor data de Julio de 2005, la última revisón fue de Diciembre de 2019.
Un irresistible deseo de escribir me ha llevado a lanzar al
mundo esta autobiografía autorizada. Nadie la estará esperando pero, querido
lector, ya que la abriste, sigue leyendo. Si me acompañas hasta la última
página (no necesariamente en una sentada), habré logrado mi propósito.
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Los capítulos no están numerados; para su orientación, son éstos:
+ EL VUELO DE
SERAFINA
+ ADIÓS INSULINDIA, HOLA PAÍSES BAJOS
+ RE – FA – SI
+ VIDA Y OBRA UNIVERSITARIA
+ ¿DÓNDE ESTARÁ EL FUTURO?
+ TANTO EN LA PROSPERIDAD COMO EN LA ADVERSIDAD
+ UN ALMACÉN SIEMPRE ABIERTO
+ + +
Cuando a mi sobrinita
Dolores le preguntabas qué hacía, defendía su privacidad girando su cabecita: Coshash
míash. A los cinco o seis años de edad, yo también las tenía. Juntamente
con muchas que tuve después, siguen siendo cosas mías, pero yo quiero contarlas.
No tanto por los hechos o actos en sí mismos, sino por lo que han significado
para mí, en ese momento o mucho tiempo después. Sensaciones y emociones que han
evocado nostalgia, sorpresa, desilusión, esperanza, admiración, tristeza,
indignación, duda, alegría, resignación, satisfacción, incredulidad,
rebeldía, inseguridad, confianza.
EL VUELO DE SERAFINA
Una cuna mecida por turbulencias
- ¿Cuánto
falta, Serafina?
- Poco - me
informó -. Y créeme, eso me pone contenta a mí también.
El lento y
regular aleteo denotaba la inigualable capacidad de vuelo que tienen las aves
migratorias. Igualmente interminable parecía, debajo de nosotros, el Océano
Pacífico. En algunos idiomas también lo llaman el Gran Océano – como si
los otros dos no lo fueran.
- No estoy
acostumbrada a volar sobre el mar – siguió Serafina -. Me aburre tanta agua. La
tierra es mucho más variada. Ves campos, bosques, lagos, ciudades. Pero ya
hicimos casi todo el recorrido, pronto...
- ¡Un
momento! – se interrumpió a sí misma, estirando el cuello y aguzando la vista
-. ¿Ves esas costas que se asoman? A la izquierda está Australia, y adelante
tienes a Nueva Guinea. ¡Las Indias Orientales! Ya estamos ingresando en tu
tierra.
- ¿Tierra?
¡No veo más que agua!
- Bueno, es
una manera de decir. Son muchísimas islas, miles y miles de ellas. En la
mayoría no vive gente y en algunas, demasiada.
- ¿Por dónde
has andado, Serafina?
- ¿Yo?
Siempre por las rutas más transitadas, ¿sabes? África, la India, la China. Ah,
y una vez también vine aquí. Pero qué casualidad, precisamente a las islas que
estamos sobrevolando.
Con su largo
pico describió un amplio círculo.
- Mira, ésas
son las Molucas, y una de ellas se llama Ambon, o Amboina. No es la más grande,
pero sí la más poblada. Aquí traje a un niño, hará más de veinte años. Así que,
en cuanto a su edad, bien podría haber sido tu padre.
Efectivamente,
lo era, sólo que Serafina no lo sabía todavía. Yo también me enteré años más
tarde. – De todos modos, comenzamos a bajar, una maniobra imprevistamente
difícil. Contuve la respiración para no inhalar los nubarrones de humo que nos
envolvían. Sacudidos por ráfagas de viento y turbulencias, creo que avanzamos
muy lentamente. Puntiagudas piedritas en lava granizada me lastimaban, me tapé
la cara.
- ¿Qué pasa,
Serafina?
Estaba
asustado, pero no tenía miedo. Mi guía me inspiraba confianza, y no me
defraudó. Más consciente que nunca de su cometido, me apretó firmemente contra
su pecho, lo que aumentó aún más la agradable sensación de seguridad que tuve desde
que partimos.
- No te
preocupes, bebé – me tranquilizó -. No es nada. Hay muchos volcanes aquí, pero
no son muy activos. Sólo parece que el Cheremai está de mal humor hoy.
Desde
el cráter, nubes de ceniza y gases sulfúricos agitaban el aire. En un remolino,
Serafina tuvo que apelar a todos sus recursos para vencer la succión que nos
hacía girar en tirabuzón. Medio mareado, perdí la poca noción de altura que
tenía. La tormenta no aflojaba, Serafina tampoco. Sus poderosas alas
absorbieron una caída al vacío que parecía no terminar nunca. Seguramente le
habría sido más fácil soltarme. Pero ella ni pensaba en esa alternativa, aunque
en la lucha estaba dejando muchas plumas.
Entramos
en una zona de aire fresco. El cambio le hizo bien a Serafina. Volvió a orientarse,
y retomó el rumbo. El grito triunfante que pegó al hacer contacto con la tierra
me hizo chillar a mí también, a todo pulmón. Con algunas horas de atraso y
trastabillando pero sin caerse, cumplió su misión: la de entregar a Cheribon,
la dinámica capital del distrito homónimo de la Provincia de Java Occidental,
su ciudadano número 82.001. Confirmó en su agenda el domicilio que le
habían indicado. ¿Número? 50, sí. ¿Calle? Parudyakan. Correcto. Tocó el timbre
de la casa, de paredes blancas y rodeada de canteros con flores en mil colores.
-
Que te vaya muy, pero muy bien - se despidió, cansadísima pero feliz, porque
sabía que cálidas manos humanas iban a abrirme la puerta -. Y si alguna vez la
suerte no parece estar contigo, ¡cuenta conmigo!
Al
año de mi tumultuosa llegada al mundo, aprendí a caminar. Pero un día, no podía
mantenerme en pie, por falta de fuerza en la pierna derecha. Mis padres se
asustaron al escuchar el diagnóstico: poliomielitis. En 1933 era una enfermedad
relativamente desconocida. La pierna, seriamente afectada por la parálisis de
algunos músculos, dejó de crecer. Una operación no tuvo el resultado que el
cirujano se había propuesto. Pero volví a caminar, si bien con un aparato
ortopédico y un zapato con un taco de diez centímetros de espesor.
Cuando
tenía diez u once años, mis padres me llevaron a una doctora que se había
capacitado en medicina alternativa. Me examinó, y todavía la oigo decir, con un
gesto de resignación, “Qué lástima que lo hayan operado. No era necesario”. Inmediatamente
agregó un comentario alentador: “¡Pero lo vamos a curar!”. - Me prescribió una
serie de ejercicios que durante varios años me han hecho caminar cientos de
kilómetros alrededor de la mesa de comedor, girando el pie derecho en varias
posiciones.
Ese
entrenamiento era aburrido, pero en el gimnasio adonde iba casi todo los días,
los movimientos más rutinarios me resultaban placenteros por el estimulante
acompañamiento de marchas, rumbas, valses y quién sabe cuántos géneros más, el tango
y quizás, ¿por qué no? el chamamé. Más tarde reconocí en la música clásica y
ligera muchas melodías que resonaban en esa sala. - Otro ejercicio, mucho más
llevadero, era andar en bicicleta, haciendo la mayor fuerza posible con la
pierna débil, sobre todo pedaleando cuesta arriba. Esta costumbre la seguí
practicando hasta que, debido a una enfermedad, tuve que dejar de bicicletear.
Con
la crueldad propia de chicos, algunos se burlaban de mi renguera, pero eran muy
pocos y nunca me molestó. Yo sabía que no iba a volver a caminar normalmente,
porque la deformación se originó en la cadera. Curiosamente, eso no ha tenido
consecuencias para mi columna vertebral, como pude comprobar cuando un
traumatólogo hizo una interesante comparación entre dos radiografías: en una, donde
estaba parado, la columna mostraba una ligera curvatura. En la otra, sentado,
la columna estaba a plomo, porque no necesitaba compensar ninguna deficiencia.
Considerando
cuántas cosas había que yo podía hacer con la pierna disminuida, aprendí a aceptarla.
Incluso, dejó de ser un inconveniente serio después del tratamiento
“odontológico”. Sí, porque de esa doctora que Serafina había puesto en mi
camino, quiero destacar algo más notable que su interés en nuevos métodos de
curar enfermedades: no era, como podía suponerse, una ortopedista, sino ¡una
dentista!
.-
10 comentarios:
Excelente! Estoy sentada esperando el siguiente capitulo!
Gracias, Dick! Estoy ansioso ahora por conocer a Insulindia. Hasta pronto!
Hola Efe, gracias por el comentario, Me pregunto, ¿a qué "Efe" conozco? Será su nombre completo? No creo, y me gustaría saberlo...
Gracias jcm! No conozco a nadie con esas iniciales. Podría adivinar, pero prefiero no errar.
Algo te contaré sobre Insulindia, pero para conocer más, no hay nada mejor que visitarla. "Geografia in situ" lo llama mi esposa...
Lo releo con placer y no voy a la bibloteca a buscar la version en papel. Muy buena idea esta de esperar el siguiente capitulo....
No se porque pero mis comentarios no aparecen
Por favor, "Efe", "Unknown", "jcm", me encantan los comentarios pero ¿de quién viene?
Se me ocurre que jcm puede ser Juan Carlos Monedero. En ese caso, Senior o Junior?
No me dejen adivinando...
Espectacular! Abuelito, una vez más, me atrapa tu historia- Tu nieta, Belén
Que interesante todo! Espero c muchas ganas el episodio siguiente....Atesoras lindisimas vivencias que tu excelente memoria ayuda a revivir...
Excelente!!!
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